¡Esta sociedad de harta demencia!


Por Carlos Villacís Nolivos



“Quiero ser del GIR, quiero ser un man harta demencia, sí me entiendes, encapucharme hasta acá y quieto concha tu ma…”. ¿Alguien puede resumir de mejor forma su proyecto de vida?
En el fragor de la ola memística desatada en las redes sociales y más allá de plantear reflexiones sobre cómo y por qué se viralizan ciertas frases o palabras, hay temas de fondo que pocos se detienen a analizar. Esto es cada vez más frecuente en sociedades cuyos habitantes se han acostumbrado a ser felices viendo los árboles mientras buscan desesperadamente el bosque.
De manera espontánea el joven que pronunció la ahora famosa frase lo hizo en un contexto específico: en la calle, rodeado de sus panas, diciendo que intentan trabajar con su arte callejero en los buses, pero que estos no les paran… Sin embargo, lo más fuerte es el contenido y el trasfondo de sus palabras: el chico y sus amigos mandaron un mensaje potente de cómo ven sus vidas y sus aspiraciones. Todos quieren ser policías, pero no solo ello, desean llegar a tener poder, portar armas y tener a gente bajo su mando. Escuchen detenidamente el discurso que los jóvenes manejaron en la entrevista con el periodista José Delgado y verán que ese es su libreto de vida.
Estos muchachos, si se hila un poco más, quieren dar un salto al otro lado de sus realidades, desean ser los que molestan e incluso matan, y dejar de ser los perseguidos, los molestados, los marginados. En el fondo, quieren tener derecho a otra vida pero –aquí viene la ruptura- lo quieren hacer como policías. Lo que es más, me imagino que estos jóvenes fueron elegidos casualmente por el periodista para ser entrevistados, lo que quiere decir que también es posible que lo que dijeron en su estilo sea lo mismo que piensen otros cientos o miles de muchachos del país.
Visto desde el otro ángulo, la frase “harta demencia” envía un mensaje preocupante a la Policía Nacional. ¿Sabe la institución cómo es percibida por la ciudadanía? En las frases de los chicos no se observa una admiración por esta institución debido a su poder de impartir justicia o a su integridad -elementos que considero sí tienen muchos de sus integrantes- sino a su poder represivo y a su proyección como la que manda en la sociedad. El autor de la ya legendaria frase que provocó la reacción viral en las redes sociales no quiere ser un cabo –como uno de sus amigos sí- sino un miembro del grupo de élite policial que cubierto el rostro puede llegar a disponer incluso de la vida de otra persona. No es mi intención decir que esta entidad es corrupta o mala, o que no es legítima la aspiración de estos muchachos y de otros miles en el país de ganarse la vida honestamente como servidores policiales, pero el fondo de lo dicho por estos jóvenes entrevistados debería llevar a la institución policial a preguntarse por qué es percibida así por varios sectores ciudadanos.
Aquí es preciso dar un nuevo giro a la historia. La anécdota derivada de la entrevista debería poner a pensar en el país sobre cómo enfrentan los jóvenes sus sueños y sus proyectos de vida. ¿Cuáles son los proyectos de vida de los jóvenes ecuatorianos? ¿Saben los adultos qué sueñan ser los jóvenes y cómo buscan conseguirlo?
Hace unos días, mientras viajaba en el trolebús se subió un muchacho que dijo ser recién graduado del colegio y al que le gusta escribir cuentos y relatos. No vendía ni chocolates, ni caramelos sino su proyecto de vida, así que imprimió una de sus historias para venderlas a un precio voluntario. Incluso regaló dos o tres de sus textos a las personas que adivinaban cómo decir una u otra frase en japonés. ¿Por qué lo hacía? Para financiar su viaje a Japón, a dónde quiere ir a estudiar. Esto causó la simpatía de algunas personas que le dieron unas cuantas monedas.
Estos dos casos debería hacer que el país entero se pregunte: ¿Están la sociedad ecuatoriana, el Estado, las universidades y las empresas en capacidad de responder a las perspectivas de la vida que tienen los niños y jóvenes? Y más importante aún: ¿los adultos, los padres y madres ecuatorianos, y las instituciones están en capacidad de garantizar a los jóvenes la realización de sus proyectos de vida? Si la respuesta es negativa, como seguramente lo es, está muy claro de que estamos condenados a ser una sociedad de harta demencia y nada más.
Posdata: Las palabras del joven entrevistado se viralizaron pero no su ortografía. Harta o harto se escribe con ‘h’ y una de sus acepciones es “mucho o abundante”  En cambio, arta, sin ‘h’ es una planta medicinal a la que se conoce también con ‘llantén’. En muchas de las publicaciones derivadas de la frase citada en este artículo ponen sin la letra ‘h’, lo que constituye una terrible falta de ortografía. A corregir por Dios, sino… “concha tu m…”.

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