El sótano o los lugares ocultos del corazón / Introducción al mundo literario de Juan Carlos Moya
Por: Carlos Villacís Nolivos
Si hay un lugar en una casa cuya mención automáticamente nos remite a lo lúgubre, lo escondido, lo diabólico, ese es el sótano. En una historia y en un relato, este sitio subterráneo siempre será escenario de crímenes, de secuestros y de escondites. Pero luego de leer la novela El Sótano, del ecuatoriano Juan Carlos Moya, ahora sé que también es el escenario perfecto para un excelente libro.
Sin embargo, es necesario destacar que en este texto, pese a su nombre, este lugar no es necesariamente el sitio donde transcurre la historia. Es quizá más metafórico, porque cada una de sus líneas trazadas en las 152 páginas de la edición publicada en el marco de la Campaña de Lectura Eugenio Espejo, hace alusión al sótano que todos tenemos oculto en nuestro corazón. De hecho, si hay una obra que le dé sentido a una frase en la que siempre pienso, esa es El Sótano de Juan Carlos Moya: "no sabremos cuán buenos o cuán malvados podemos ser hasta cuando nos encontremos ante situaciones extremas".
Esta máxima es la que parece marcar la vida de cada una de las protagonistas de El Sótano, todas mujeres. Son vidas separadas y sin aparente conexión entre ellas, cada una con sus propios males y delirios, con sus personales dramas y sus expectativas. Son seis vidas que terminan conectándose y entrecruzándose a través de crímenes y miedos, como víctimas o como victimarias, algo no muy dificil de imaginar en el Ecuador de los últimos años, donde el olor a muerte y pólvora es cada vez más pestilente.
Cada capítulo tiene el nombre de su protagonista: Lídice, Frida, Rafaela, Silvana, Carmen y Ana. Son mujeres cuyos dramas están marcados por un creciente contexto de femicidios, pederastia, pornografía, trata de cuerpos y machismo. Son los sótanos de cada corazón, los que permiten que sus caminos se crucen en la vida o en la muerte.
Un ejemplo de esto: "Y entonces empezaba a cortar y cortar, a torturar, a quemar la piel de aquellos hombres que chillaban como ratas, asfixiados por el hedor de su propia carne chamuscada, tragando a borbotones la gasolina que Frida les descargaba sobre los ojos desprendidos de sus cuencas y las fosas nasales abiertas con una navaja..." (página 26).
Y en otro relato, el de Silvana, señala: "Más tarde pensó que todo lo que le sucedía esa noche era la sumatoria de una gigantesca desgracia que aún no ponía la línea final ni tampoco el saldo: apenas se hacía visible por capítulos. 'La felicidad viene partida en dos: la otra mitad nunca te toca', recordó haberle escuchado decir a su padre cuando estaba borracho" (página 89).
Es esta confluencia de sótanos personales la que marca el ritmo del texto, cuyas impactantes primeras líneas de su primer capitulo desnudan la podredumbre de la sociedad ecuatoriana actual, la elevan de potencia y de paso obligan al lector a no abandonar el texto sino hasta que llegue el último suspiro junto al final de la obra. El libro empieza así:
"Cuando decidieron quemar a la niña, los gemelos estaban desnudos, empapados en sudor, mirando los espirales de humo de cigarrillo que exhalaban con fatiga (...)".
Hace unos seis o siete años atrás, esta imagen descrita de forma tan cruda hubiera resultado difícil de imaginar. En el Ecuador de 2024, en el que la inseguridad desbordada y las mafias mantienen secuestrada a la sociedad, ¿es difícil imaginar esta escena? Para mi no, es ahora perfecta y tristemente posible.
Otra de las características de esta novela es el énfasis maestro dado a las particularidades. Es esta en una de las mayores fortalezas de la novela de Moya: el conjunto de relatos entrecruzados llega de manera fresca pero cruel directo al cerebro y al corazón del lector, con abundantes detalles y con absoluta precisión en la construcción de los personajes. De hecho, conversando con Juan Carlos Moya, esta dedicación a los detalles es uno de los elementos clave de su novela.
Otro eje necesario de subrayar es la profunda empatía del autor hacia la cotidianidad de la mujer y que se traduce en el conjunto de relatos construidos en El Sótano De hecho, es imposible pasar inadvertida la habilidad de Juan Carlos Moya para escribir y tejer las historias desde el punto de vista femenino, incluso en los pensamientos, sentimientos y temores. Es un texto pensado poniéndose en los zapatos de mujeres cuyo objetivo es sobrevivir al día siguiente y hacerlo con dignidad.
Por todo lo descrito no es de sorprenderse que los integrantes del jurado del Premio La Linares le hayan otorgado un galardón a Juan Carlos Moya y su novela El Sótano, en 2022. En la contraportada del libro es posible leer lo que dijo el veredicto, entre otras cosas: "(...) A través de ellas (de cada protagonista -esta aclaración es mía-) se construyen versiones de crímenes cometidos y las respectivas venganzas, en una trama tejida de modo muy inteligente y diestramente manejada, donde cada personajes está bien caracterizado, ya que a más del rigor formal hay un perfil psicológico claro (...)".
¿Alguien duda de la humanidad de esta novela? El Sótano, de Juan Carlos Moya, es una novela que está a las alturas de los grandes relatos de crímenes, misterio e incluso terror, sí, del terror a descubrir cuán podridos podemos estar todos y todas por dentro, y sin darnos cuenta. Eso es parte de nuestra humanidad, la oscura y sórdida, y El Sótano nos deja descubiertos, quizás desnudos.
****
Otras frases de la novela:
- "Los problemas maritales tienden una cuerda entre la rutina y la muerte del deseo. Uno de los dos se agota primero, y el segundo debe iniciar una educada manera de mentir". (página 140)
- "Porque Robert era un hombre hermoso, demasiado guapo para ser un monstruo". (página 110)
- "El invitado llega en media hora y tenemos sexo oyendo un vinilo de Pink Floyd, canciones que vibran en la habitación y parece seguir el compás de las cortinas sopladas por el viento". (página 101)
Comentarios
Publicar un comentario