Viaje al centro del manglar

Por: Carlos Villacís Nolivos
¿Ha hundido sus manos en una tierra fangosa, cubierto de agua hasta las rodillas, en un clima tropical y sin saber con qué se encontrará en el fondo?
Al menos para un citadino como yo esa experiencia resulta complicada de asimilar. Ahí va otra: ¿Ha caminado por un terreno con tanto lodo que cada paso que da parece que se va a quedar sin sus botas, algo que de hecho eso sucede si no es lo suficientemente ágil como para no detenerse más que tan solo unos breves segundos en cada pisada?
Va una interrogante final. ¿Le gustan las conchas asadas o el ceviche de concha está en la lista de sus placeres del paladar?
Los tres actos descritos se producen o tienen su origen en un solo lugar: el manglar. Déjeme explicarle con brevedad a que lo entienda.
El manglar es un ecosistema conformado por árboles cuyo súper poder es resistir los altos niveles de sal que se concentran en las aguas que les rodean. Esta es la razón de su sobrevivencia y de su riqueza, pues los sitios en donde crecen están a mitad de camino entre el mar y la tierra, entre las mareas altas y las bajas. De hecho, es cuando descienden las aguas que es posible sembrar y cosechar. El primer acto descrito al inicio de este breve relato es el de la siembra, al igual que el segundo acto, que describe el recorrido hasta las zonas en donde es posible proceder a dejar las semillas en la tierra cubierta de agua. El tercer acto descrito es el resultado de la recogida de las conchas  o conchar, como llaman los pobladores de la región a esta actividad, una parte de las cuales será comercializada y acabará en su mesa durante un festín dominguero.
En el mundo existen 20 géneros y 54 especies de manglares. En Ecuador, los manglares se extienden en 161.835 hectáreas (dato de 2018) y se concentran en las provincias de la Costa. Es en una de ellas, en Esmeraldas, y más específicamente en Muisne, en donde tuve mi encuentro cercano con un manglar hace 22 años.
Eran mis primeros años en los que mostraba interés por la política y un muy querido profesor de la Facultad de Comunicación Social, el Fer López, tuvo el acierto de invitarnos a varios estudiantes a viajar hasta la isla, como parte de una campaña que ayude a detener el avance depredador de las camaroneras. Estas empresas, para establecerse requerían destruir el manglar, pues necesitaban sus tierras para construir sus piscinas. En 2020, es fácil determinar que estos negocios lograron parte de este objetivo, pese a que la propia Constitución ecuatoriana garantiza derechos a la naturaleza.
Como sea, viajé a la provincia verde con la sola expectativa de conocer algo nuevo y me encontré con que allí brota y se reproduce algo más grande que el propio ser humano. No sólo que la vida se reproduce en el manglar, es la misma vida y está también alcanza, cubre y provee a las familias de aproximadamente  diez mil pescadores.
Foto: Me pillaron ayudando en la siembra de manglar en Muisne. Eran los años noventa.
Pasé dos días en Muisne, surqué sus ríos internos en lanchas y experimenté lo que es pasar muchas horas puesto unas botas de caucho que se vuelven extremedamente pesadas cuando se intenta caminar en terreno fangoso y en ambientes tropicales. También escuché leyendas de la boca de los abuelos, en los que es posible percibir el rastro de cientos de años de indignación, amor y resistencia del noble pueblo afroecuatoriano que forjó todo alrededor del manglar. La Tunda es una de esas historias, descrita por los lugareños como una mujer con el rostro de abuela. La trampa de este personaje es que hace aparecer cada vez más conchas mientras las y los concheros recolectan el preciado producto. Cegados por la ambición de encontrar tantas conchas que cosechar, recogen y recogen sin darse cuenta que se han alejado tanto que luego les es imposible regresar.
En ocasiones mi mente vuelve a estos míticos lugares y provoca nostalgia. Tan solo fueron dos días pero dejaron la marca de estar junto a los hermanos y hermanas afroecuatorianos y entender su vida, su cultura, su trabajo, vinculado a la historia del manglar, un ecosistema que este 26 de julio celebró por vigésima ocasión su Día Internacional. Ellos aún siguen resistiendo, debemos unirnos a esa resistencia.

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