Francia en disyuntiva: ¿insurrecta, fascista o sumisa?

Lectura de la novela Sumisión de Michel Houellebecq

Carlos Villacís Nolivos

¿Qué pasaría si en un país como Francia llegara al Gobierno el movimiento islámico?  ¿Cómo se verían las calles de París llenas de mujeres con velos y la Universidad de la Sorbona se convirtiera en un centro de estudios islámicos? Y aún más, una pregunta para cada uno de los lectores: ¿qué tan democrático eres o te sientes? ¿Aceptarías las reglas del juego si por las urnas se impone un gobierno que afectará radicalmente tu forma de vida, tu vestimenta, tus costumbres y hasta tu sexualidad?

Antes de responder a estas preguntas quiero aclarar que estaba aguardando hasta para dentro de unas semanas para escribir una reseña sobre un libro que tiene relación con las interrogantes formuladas líneas arriba, pero la coyuntura política global hace que hablar del tema cobre una inusitada urgencia. La razón: los resultados de las elecciones en Francia ocurridos este 7 de julio de 2024, imprevisibles y con mucha adrenalina, no pueden ser vistos sino como una resistencia feroz y digna del pueblo galo ante el fascismo en su versión posmoderna, pero fascismo al fin. Pero este no es un dilema que afectará solo a estas elecciones y solo en Francia, cobrará fuerza en los próximos años, pues es parte de la crisis civilizatoria de la que somos testigos.

¿De qué libro se trata? En la última feria del libro realizada en Quito, en junio pasado, le pedí a Marcelo Recalde, de @libroscondemosca, que me recomiende un par de libros de cualquier género pero que hagan explosionar mi cabeza. Con la paciencia del caso recorrió su stand y vino cargado de varios libros, entre ellos Sumisión, de Michel Houellebecq[1] (2015).

Tres semanas después terminé de leerlo y ahora que son cuatro semanas más tarde, mi cabeza aún sigue dando vueltas luego del sutil pero efectivo ataque neuronal recibido a las estructuras ideológicas personales. Lo confirmo, sí hubo una explosión en mi interior.

Sumisión es una novela ambientada en una Francia aún ficticia pero totalmente posible, como lo demuestran los resultados electorales a los que he hecho referencia. Es el relato de la vida de un profesor universitario de La Sorbona, Francois, cuya tesis sobre el escritor Huysmans lo ubicó en el mapa del mundo de la crítica literaria y le permitió ocupar un puesto como profesor especialista en dicho centro de educación superior. Sin embargo, atrapado entre su soledad, su deseo sexualmente profundo por Myriam y su mundo intelectual rodeado por el aura de su tesis, Francois es atrapado por los debates de la coyuntura política y un inesperado dilema sobre su fe y sus creencias.

Francois aparentemente es ateo, pero el inspirador de sus libros, Huysmans, experimentó una conversión al catolicismo en sus últimos años, y ahora debe decidir su postura ante el ascenso del Islam. ¿Será que aceptará que solo hay un Dios, Alá, y que su mayor profeta es Mahoma?

Al final, en una especie de surrealismo electoral, la segunda vuelta queda reducida a dos opciones: la extrema derecha de Marine Le Pen y la Hermandad Musulmana, liderada por Mohamed Ben Abbes. Y pasó lo que nado podía haber predicho: el Partido Socialista y la derecha republicana respaldaron a Ben Abbes para evitar la victoria del fascismo. ¿Son compatibles el islamismo y el socialismo? De esta manera, en la Francia de Sumisión, el islamismo se hace del poder y asume el control de la educación. A la par, baja el desempleo porque las mujeres son relegadas a la casa y se crea un bono familiar para las familias islámicas que es financiado con la reducción de presupuesto a la educación.

Y los cambios más profundos comenzaron a darse de manera acelerada. Pregunto a los hombres: ¿les gustaría tener más de una mujer de forma legal? Pues muchos profesores de la Sorbona Islámica se volvieron entusiastas seguidores de Alá cuando comenzaron a casarse con esposas elegidas de entre sus alumnas. Si eso pasara acá, ¿te convertirías al Islam?

La verdad, puede que la visión sobre el Islam de Houellebecq lleve en su seno el germen inconsciente y prejuiciado respecto al islamismo, porque los miramos a través de los lentes que los gobiernos y los medios occidentales tienen sobre ellos. Pero la posibilidad política de Sumisión debe llevarnos a pensar en los imprevisibles caminos a los que puede llevarnos la política. Por ahora, en nuestro mundo real, Francia se ha salvado del retorno del fascismo, pero, ¿si no hay segunda oportunidad? Y aún más, si disyuntivas como las señaladas llegan hasta nuestras tierras, ¿cómo reaccionaríamos? La Argentina de Milei está ya experimentando una situación parecida. ¿Somos inmunes a este surrealismo político existencial que podría derribar nuestras perspectivas y replantear nuestros pensamientos? La frase de Francois resume todo: “Me daba cuenta, sin embargo, y desde hacía años, de que el creciente distanciamiento, ya abismal, entre la población y quienes hablaban en su nombre, políticos y periodistas, conduciría necesariamente a algo caótico, violento e imprevisible” (pág. 112).

Bienvenidos al mundo de Sumisión, la novela de Michel Houellebecq.

Fuente: https://www.aa.com.tr/es/mundo/el-gobierno-franc%C3%A9s-aumenta-la-presi%C3%B3n-sobre-los-musulmanes-en-su-pa%C3%ADs/2037736#

El libro de Houellebecq en frases

“Y por qué es necesario justificar una vida? La totalidad de los animales y una aplastante mayoría de los hombres viven sin sentir nunca la menor necesidad de justificación. Viven porque viven y eso es todo, así es como razonas; luego supongo que mueren porque mueren, y con eso, a sus ojos, acaba el análisis”. (pág. 45)

“Probablemente a aquellas personas que han vivido y prosperado en un sistema social dado les es imposible imaginar el punto de vista de quienes, al no haber esperado nunca nada de este sistema, contemplan su destrucción sin especial temor”. (pág. 53).

“Callé metódicamente: cuando uno calla metódicamente mirando con fijeza los ojos del interlocutor, dando la impresión de estar bebiendo sus palabras, las personas hablan. Les gusta que las escuches, es algo que saben todos los investigadores; todos los investigadores, todos los escritores y todos los espías”. (pág. 65)

“Me daba cuenta, sin embargo, y desde hacía años, de que el creciente distanciamiento, ya abismal, entre la población y quienes hablaban en su nombre, políticos y periodistas, conduciría necesariamente a algo caótico, violento e imprevisible”. (pág. 112)

“Ben Abbes siempre había evitado comprometerse con la izquierda anticapitalista; había comprendido perfectamente que la derecha liberal había ganado la ‘batalla de las ideas’, los jóvenes se habían vuelto emprendedores y el carácter insoslayable de la economía de mercado estaba ya unánimemente aceptado. Pero, sobre todo, el verdadero golpe genial del líder musulmán había sido comprender que las elecciones no se jugarían en el terreno de la economía sino en el de los valores; y que, en ese también, la derecha se disponía a ganar la ‘batalla de las ideas’, sin tener siquiera que combatir”. (pág. 145).

“Los verdaderos ateos, en el fondo, escasean (…) los únicos verdaderos ateos a los que he conocido eran rebeldes; no se contentaban constatando fríamente la no existencia de Dios, rechazaban su existencia, a la manera de Bakinin: ‘Y aunque Dios existiera, habría que deshacerse de él…’, eran ateos a la manera de Kirilov, rechazaban a Dios porque querían colocar al hombre en su lugar, eran humanistas, tenían una idea muy elevada de la libertad humana, de la dignidad humana”. (pág. 236)

“Todo el debate intelectual del siglo XX se resumió en la oposición entre el comunismo (digamos, la variante hard del humanismo) y la democracia liberal, su variante blanda; era sin duda muy reductor”. (pág. 239)

“Los fascismos siempre me han parecido una tentativa espectral, de pesadilla y falsa de devolver la vida a naciones muertas; sin la cristiandad, las naciones europeas no eran más que cuerpos sin alma, unos zombis. La cuestión era la siguiente: ¿podía revivir la cristiandad? Lo creí, lo creí unos años, con crecientes dudas, cada vez estaba más influido del pensamiento de Tonynbee, por su idea  de que las civilizaciones no mueren asesinadas, sino que se suicidan”. (pág. 240)


[1] La edición leída es la de Colección Compactos de Anagrama, edición 2015, 281 páginas. Traducción: Joan Riambau.

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