CRÓNICAS DE CORONA / Días 52 a 54 en aislamiento: Un poco de paranoia está bien… ¿cierto?


En lo que va del año, seis de cada diez días hemos pasado en descanso o encerrados en la casa. Este sábado 9 de mayo es el día 130 de un bisiesto. En tiempos regulares, a esta altura del recorrido, en Ecuador solo habríamos pasado en casa 40 días, correspondientes a 37 sábados y domingos además de tres feriados: Año Nuevo, Viernes Santo y Día del Trabajo. Pero en la época del covid-19 estas cifras perdieron todo sentido, para lamento de los economistas ortodoxos y neoliberales que abogan por la esclavitud laboral como el único camino hacia el desarrollo.  
Resulta que este día es el número 54 en aislamiento y si a esto se suma los 11 fines de semana anteriores (11 sábados y 11 domingos) más el día feriado que se contabiliza fuera del período de cuarentena (el primero de enero), hemos pasado guardados bajo las cuatro paredes de nuestros hogares un total de 77 días. Los economistas y estadísticos dirían que esta cantidad de días equivale a casi el 60 por ciento del año transcurrido (el dato exacto es 59,23%).
Primera conclusión: seis de cada diez días del año hemos pasado en casa.
Si el aislamiento decretado para prevenir el contagio del coronavirus o covid-19 continúa en la mayoría de ciudades del país hasta el 31 de mayo y después de ese día las autoridades locales de cada urbe deciden romper la cuarentena, hasta esa fecha se habrá contabilizado 99 días en aislamiento y habrían transcurrido 152 días del 2020, lo que significará que alrededor de siete de cada diez días del año, las y los ecuatorianos habremos pasado en casa.
Que en la primera etapa, antes del Decreto de Emergencia Sanitaria y el estado de excepción, algunos hayan salido de paseo o no, para nada minimiza esta cifra, porque de todos modos será la primera vez en la historia en que todo el Ecuador prácticamente pasó fuera de la circulación cotidiana regular, medida con la visión corta del tiempo de trabajo y producción, como gustan algunos economistas. El 70% del tiempo en casa calculado en este texto corresponde a la temporada que empezó el 17 de marzo o día uno de la cuarentena.
Aquí va otro dato para los economistas. Para cuando llegue la mitad del año, esto es el 1 de julio, y bajo el supuesto de que el lunes primero de junio el retorno a las jornadas laborales presenciales se torne en una realidad, habrán transcurrido 106 días en casa (99 del aislamiento entre el 16 de marzo y el 31 de mayo más los siete días de los fines de semana restantes en este mes) y 77 inmersos en las jornadas laborales (días trabajados antes del 16 de marzo más los que posiblemente se contabilicen desde el 1 de junio, si la decisión es levantar progresivamente la cuarentena).
En números redondos, seis de cada diez días de uno de los dos semestres del año habremos pasado en casa (57,92%) y los restantes que llegan apenas al 42,08% de los días habrán sido destinados a los días laborables.
Segunda conclusión: El primer semestre del presente año tendrá como signo una ruptura total con la cotidianidad y pasará a la historia como los seis meses más particulares de la historia nacional y, quien sabe, de todo el planeta.
¿Le marearon estas cifras? Cuando empecé a jugar con ellas para este artículo me parecía un simple ejercicio mental para superar la psicosis del encierro prolongado. Sin embargo, tras leerlas por un momento me di cuenta que son las cifras que reflejan que el mundo del covid-19 nos va cambiando y es posible que la vida poscovid también sea distinta. ¿Qué tanto? No es posible determinar con exactitud y cuando llegue ese día solo tendremos que estar atentos para reafirmar lo que ya sabemos: no somos los mismos y no lo volveremos a hacer.
No sé tú, pero yo me he formulado preguntas que no tengo claro cómo responder. Aquí algunas, ¿cómo reaccionaré cuando deba subirme al trolebús o a cualquier transporte urbano? ¿Tendré pavor a que mi ropa haga contacto con la de otras personas? ¿Querré sentarme en el mismo lugar donde estuvo quien se acaba de bajar? Y aún más, para subirme al bus o al trole deberé sacar dinero… pero leí una nota que decía, por ejemplo, que en la zona euro, el papel que circula tiene una media 26.000 bacterias por billete. Híjole, el dólar también viene en papel, y me imagino que la misma cantidad o quizá más de estos visitantes amenazantes caminan desde hace muchos años en los rostros de los expresidentes estadounidenses George Wahington o Abraham Lincoln.
Luego iré a mi trabajo, pero antes de arribar a mi oficina deberé poner mi dedo en el identificador de huella dactilar, donde  dos veces al día lo ponrán las alrededor de 600 personas que trabajan allí. Superando en algo eso, caminaré unos pasos y aplastaré el botón para llamar al ascensor… ¿y si mejor espero a que alguien lo aplaste por mí? Hasta tanto… sonreiré a quienes seguramente se aglutinarán a mi alrededor… pero, seguramente, será sospechoso que todo mundo sonría también.
En todo caso, alguien llamará al ascensor y seguramente todos respetarán la capacidad máxima del ascensor dividida para dos, es decir, si dicen que en el bus solo irán sentados (¿se acuerdan de las busetas solo sentados, hace unos 23 años en el pasado? Fracasaron y seguimos con el insoportable servicio de transporte urbano), ¿por qué no en el ascensor? En fin, ¿y deberé aplastar también el botón que indica el número de piso al que voy?
Como sea, llegaré a la oficina y allí tendré que defenderme de los bichos que pudiera contaminar mi límpida piel. Seguramente usaré las mascarillas y los guantes, sobre los que sospecho que vinieron para quedarse, así que tarde o temprano serán bienvenidos en el mundo de la moda. Creo que para eso se prepara mi suegra, a quien le encanta tejer y se confeccionó una hermosa mascarilla azul de lana, la que cuenta incluso con un bolsillo interior para poner allí papel o cualquier otro material de protección adicional.
Esta es solo una muestra de que las cifras y los datos con los que inicié este relato son solo un abreboca que nos permite intuir que ya no seremos iguales, que incluso las nociones de tiempo y de espacio serán distintas y eso nos hará que al final, todos seamos de alguna manera diferentes. Cruzo dedos para que este cambio se incline en la balanza a favor de la humanidad y la solidaridad, más no del odio, el egoísmo o la venganza, aunque ver cómo esa sigue siendo la norma en el ejercicio del poder me pone en alerta y triste. La palabra de este día es prevención.



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