CRÓNICA DE CORONA / Día uno en casa: La primera consigna es vencer el miedo
17 de marzo de 2020
El calendario decía 1 de diciembre de 2019 cuando el mundo se enteraba de que una neumonía de causa desconocida estaba diezmando a los habitantes de la ciudad de Wuhan, sobre todo a los trabajadores del mercado mayorista de mariscos y animales exóticos vivos. Se decía que la extraña enfermedad se originó por el consumo de murciélagos.
Han pasado 108 días desde el inicio del brote de lo que ahora se conoce como Coronavirus (Covid-19) y tras dejar más de 180.000 casos de contagio en alrededor de 150 países - 111 de ellos en Ecuador hasta el 17 de marzo-, además de más de 5.000 fallecimientos, la hora del confinamiento llegó hasta mi casa, mi trabajo, mi ciudad. (1)
La posibilidad de un contagio ha aumentado y las autoridades nacionales y locales decidieron una restricción casi absoluta de movilidad en las calles, la suspensión del transporte público y de la asistencia a estudios y trabajos, además de la prohibición de eventos públicos.
Para prepararnos, en mi domicilio nos hemos apertrechado con algo de comida, sin exagerar, como las personas que salieron corriendo el pasado 12 de marzo a vaciar los supermercados, pero suficiente para algunos días, con la esperanza de que la tensión baje y la asegurada provisión de alimentos en sitios de expendio sea normal. Ayer le pregunté a la Rosita si van a abrir la tienda con normalidad y dijo que si, que los proveedores de alimentos y bienes de casa le dijeron que todo será normal. Esa es nuestra esperanza.
Mi hija llegó desde la ciudad donde estudia apenas tres horas antes del inicio del toque de queda decretado por el Alcalde de Quito para frenar a raya el contacto entre personas.
El parque luce desierto en el sector donde vivo. Un parque sin niños ni jóvenes, un barrio sin gente... en el primer día de encierro en casa.
Foto: Fernanda Benalcázar
Foto: Fernanda Benalcázar
Es la segunda vez desde que tengo memoria que se aplica esta medida de restricción casi total a la circulación. La otra fue hace apenas cinco meses atrás, cuando los grupos de poder intentaron ahorcar a la población con medidas alevosas con el bolsillo de la mayoría de la población, aunque en aquella ocasión el estado de excepción y el toque de queda no funcionaron, porque el pueblo salió a las calles con cacerolazos a desafiar la represión, una acción que inclinó la balanza de la confrontación en favor de los sectores populares movilizados, una victoria social pequeña y temporal, pero victoria al fin.
Esto quiere decir que he pasado el 99,15 por ciento de mi vida sin conocer lo que es vivir obligado al encierro en una casa con la amenaza de tener una sanción, ser reprimido o contraer una enfermedad mortal. En tan sólo cinco meses he sentido cómo el temor y el desconcierto quiere instalarse en mi vida, en mi familia y en mi país. Es aquí donde nos toca trabajar más, en el control del miedo, en la necesidad de sobrevivir con esperanza y fe, en sentir que este momento de crisis puede darnos nuevas oportunidades. Estamos ante un momento histórico y no creo exagerar al decir que incluso la globalización ya no será la misma, que algo esta cambiando de forma aún imperceptible en el mundo, pero esta transformándose. Algo se mueve.
Por ahora, debo empezar el teletrabajo, a la espera de cualquier indicación de parte de mi jefe, dado que muchas de las actividades que regularmente hago en el trabajo no se van a ejecutar por la emergencia sanitaria. Mi oficina casera está lista y me siento cómodo para trabajar, con pantalón jean, camiseta y pantuflas. Voy a prender la computadora sabiendo que la primera misión del día es vencer el miedo.
Listo para iniciar el teletrabajo en mi improvisada oficina casera. Foto: Fernanda Benalcázar.
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