CRÓNICAS DE CORONA / Quinto día en casa: Lo confieso, tengo miedo de ser un número perdido en las redes sociales
El teléfono celular es un miembro mimado en toda familia. Se ha vuelto herramienta clave en el aislamiento. Foto: Grace Benalcázar.
Es sábado 21 de marzo
de 2020, quinto día de aislamiento en casa con el fin de evitar el contagio del
COVID-19 o coronavirus. Miro por la ventana y no hay ni un alma, ya ni siquiera
coincido con quienes sacan ahora casi clandestinamente a pasear a sus mascotas.
No se escuchan vehículos en la calle, la canción del gas ha desaparecido por
completo y llama mi atención que cada vez más palomas llegan a la ventana de mi
departamento a buscar comida o tomarse un descanso; a lo mejor se confunden con
el enorme árbol que está al lado.
Hace sol afuera y
siento algo de pena porque no puedo salir a capturar un poco de ese calor. No
me queda otra opción que retrotraerme nuevamente y descubrir que en realidad mi
mundo, el de millones de ecuatorianos y el miles de millones de personas en el
mundo se ha reducido a ver la vida a través de pantallas. Soy propietario de
una de las 15,6 millones de líneas telefónicas celulares que hay en el Ecuador
y soy parte de la comunidad de 13 millones de ecuatorianos en redes sociales.
Solo en mi hogar hay siete teléfonos y en el de mi hermana Amparito cinco, de
lo que yo sé. Todos, absolutamente todos, estamos conectados.
Me identifico como un
usuario digital y a pruebas me remito. Soy parte de los:
-
13 millones de usuarios de Facebook en
Ecuador
-
4,02 millones de Instagram
-
2.580.000 de Linkedin
-
1.100.000 propietarios de cuentas de
Twitter
-
3.610.000 con acceso a Spotify
-
880.000 ecuatorianos con Pinterest
-
7.700.000 que tienen Messenger
-
8.100.000 que se contactan por medio
del Whatsapp
-
5,6 millones que ven series y
películas en Netflix (1).
Eso sí, no tengo
cuenta en Tik Tok (1.440.000 usuarios en el país) ni formo parte de los 285.000
cuentas que hay en Snapchat o de los 190.000 que son de Twitch (2).
Como se ve es
imposible hablar de aislamiento en esas condiciones. Tengo un abanico de
caminos hacia la interacción y el contacto con otras personas, unas son parte
de mi vida y otras están tan cercanas a mí como una historia de ciencia
ficción. Por si fuera poco, en Whatsapp soy parte de por lo menos unos diez
grupos con una tenaz interacción, lo que hace que mi teléfono no pare de vibrar
desde que abro los ojos hasta que los cierro. Y para variar, hay programas que
facilitan el contacto por medio de videoconferencias, por lo que presiento que
es posible que en estos días el uso de estos mecanismos de relacionamiento haya
aumentado.
Uno de estos
programas cuyo ícono ya está tanto en mi teléfono celular y en mi computadora
es Zoom. Este permite que simultáneamente puedan conectarse más de una decena
de personas en una videoconferencia. Es sencillo: una persona agenda el
contacto, envía la dirección o enlace a los invitados y se contactan en la
fecha y día indicado. Mi primer contacto en Zoom, por llamarlo así, lo tuve el
pasado miércoles 18 de marzo, tipo seis y treinta de la tarde. Terminé mi
jornada de teletrabajo y presuroso descargué el programa en mis dos equipos.
Logré contactarme con mis amigos Marcelo, Pancho, Víctor, Willy, Amparito y
Roberto, con quienes intercambiamos criterios de la situación de moda y sus
implicaciones. Lastimosamente, no me pude contactar por el teléfono –debo
averiguar por qué- y en la computadora no salió el video, por lo que me
contacté y vi a mis amigos, pero ellos solo apreciaron de mí una imagen oscura
de la que salía mi voz de cuando en cuando. Debo trabajar en esto para que no
se repita.
Ya al final de este día
y tras varios días de encierro, no logro quitarme la idea de que el mundo que
conozco cada vez se parece más a una prolongación de la gran ventana ideada por
Microsoft y que derivó en el bautizo de sus programas como Windows. Todo lo veo
a través de ventanas y pantallas, pues lo que no lo aprecio en las redes
sociales, en los correos electrónicos y en la Internet, lo miro a través de las
decenas de canales de televisión por cable que abrieron su señal en estos días
para dar opciones de series y películas a los usuarios de esta modalidad. Todo
es una ventana en la que incluso debo hacer un acto de fe que me permita
discernir si lo que veo, escucho o leo es cierto, es una invención o quizá una
filtración informativa. Siento que soy un número más que ahora está abstraído
en este mundo real-irreal para sobrevivir. ¿Será que la cuarentena coronaviresca
acabará por convertirme en una especie de zombie hiperconectado y alimentado
solo de la vida irreal que sale de las redes sociales? La palabra de este día
es conexión.
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(1)
Estos datos corresponden al estudio
Ecuador, estado digital Enero 2020, difundido por la consultora Mentinno –
Formación Gerencial – New Media.
(2)
Idem.
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