CRÓNICAS DE CORONA / Día 14 de aislamiento: La historia de los ciclos sin final


Tiene unos pocos centímetros de altura, tal vez unos cinco o seis, pero el color mayormente verde de sus dos hojas, contrastará en un futuro algo lejano aún –tal vez unos tres meses- con el morado de su contextura redonda. Así de sencilla es la cebolla paiteña que mi hija Fer sembró en una botella de plástico con unos pocos centímetros de tierra. La fecha de inicio de su cultivo estaña escrita en la botella que sirve de invernadero improvisado a la planta. Dice 18 de marzo, apenas un día después de su abrupto retorno a Quito desde la ciudad en donde realiza sus estudios y día dos del inicio de la cuarentena.
La cebolla crece en este invernadero provisional elaborado por Fernanda. Foto: Carlos Villacís Nolivos

Pero no está sola la plantita de cebolla, a su lado crecen unas semillas de ají pequeño, sembradas en la misma fecha, y las de pimiento, que se unieron a la familia vegetal el 23 de marzo. Todos los días tienen su militante cuidado y revisión por parte de Fer, comprobando que la tierra esté bien, que tengan el aún incipiente líquido necesario para crecer y encontrar su propio camino en la vida. Sin embargo, seguirán distintos caminos en el proceso de crecimiento, mientras la cebolla estará lista para el consumo, las de ají y los pimientos deberán ser trasplantadas para expandirse y transformarse en unos lindos arbolitos (lo sé, no son árboles en el estricto sentido).
Cebolla, ají y pimiento... es más que experimento. Foto: Grace Benalcázar.

Esta iniciativa que tomó Fer ni bien llegó a Quito fue el primer movimiento de esta cuarentena que mostró que en medio de la incertidumbre generada por la expansión del coronavirus hay nuevos retos y desafíos. ¿Y si la creación de redes de huertos familiares se convierte en una opción sustentable para construir otra economía?
En Quito, según datos del Municipio, de entre una población aproximada de 2,5 millones (zonas urbana y rural), apenas el 1,48% de sus habitantes practican actividades relacionadas a la agricultura y la ganadería. Lo hacen, sobre todo, para el autoconsumo o para la comercialización de excedentes. Y aunque lo que hace mi hija es incipiente aún, esto significa que hay poco más de 20.000 quiteños y quiteñas que consideran esta opción económica como parte de sus vidas. En la capital de los ecuatorianos se pueden producir 45 tipos de hortalizas, 10 variedades de frutas y 15 de plantas medicinales, según Pablo Garófalo, técnico de Agrupar (1) y “más de 90 % de los huertos son de una extensión menor de 500 m², y poco más de la mitad ocupa menos de 100 m²”. (2)
Espero con ansias esa cebolla morada y ver crecer las matitas de ají y pimiento. Sé que no se será la última vez que mi hija las sembrará y estoy convencido que esto le abrirá nuevas perspectivas en su vida. Sé que cuando sus caminos le hagan retornar a su casa temporal ubicada más cerca de nuestra Pachamama que muchos de nosotros, sus huertitos serán parte de su vida cotidiana. Pero lo que más expectativas me genera es que sean estos caminos solidarios los que podrían modelar el país de los pos-positivos: posneoliberalismo, posviolencia, posindividualismo. O, si se quiere ver desde otra perspectiva, el país de la solidaridad, de las redes y de acción integrada.
Por otro lado, es necesario recordar que el que no siembra, no cosecha. Así de simple y tajante es la frase, y así de real también. Esto se aplica no solo a los ciclos naturales de las plantas, sino a todas nuestras acciones en la vida. Claro, todos podemos sembrar cosas negativas y positivas, y también cosecharlas, y una cosecha siempre está relacionada con el tiempo y con el inicio y final de ciclos. En estos tiempos de cuarentena, covid-19, toques de queda, miedos razonables, pagos de deudas irresponsables y confusión, deberíamos pensar en que esta situación también es un ciclo y, como tal, es una oportunidad para sembrar algo que después se puede cosechar. ¿Qué crees tú que puedes sembrar? Perdón, acercamientos, compañía, desprendimientos, solidaridad, tejer mejor los lazos o repensar el futuro, aprender a tratar mejor nuestro entorno y reconocer los derechos de nuestra naturaleza, encontrar nuevas estrategias y quizá cambiar de rumbo… o quieres cosechar más de lo mismo, ¿odio, bronca, violencia, discriminación, rencor, aislamiento, bullying, división?
Esta oportunidad también es para las instituciones y para los actores sociales, políticos, económicos y culturales. Creo que a los gobernantes debería servir esta oportunidad para encontrar en esta coyuntura el momento ideal para terminar el ciclo de la muerte y la imposición, de los privilegios, la corrupción y la explotación, para dar inicio a un nuevo ciclo de honestidad, creatividad, solidaridad y democracia que privilegie a la gente y la resolución de sus problemas acuciantes, como la pobreza, el hambre y el desempleo por sobre los intereses del capital financiero internacional. Siembra y cosecha, un eterno ciclo en espiral que se repite todo el tiempo. ¿Qué cosechamos en cuarentena? La palabra de este día es sembrar.
(1) El Comercio, nota del 23 de abril de 2017: https://www.elcomercio.com/actualidad/quitenos-huertos-hogares.html
(2) Agricultura urbana y periurbana en América Latina y El Caribe, Naciones Unidas. http://www.fao.org/ag/agp/greenercities/es/CMVALC/quito.html

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