CRÓNICAS DE CORONA / DÍAS 39 y 40 DE AISLAMIENTO: Un intruso llamado Cuarenta
Cuarenta días resistió
Noé en el arca junto a su familia y una pareja de cada especie ante el embate
del diluvio universal, según relata el Génesis bíblico; 40 años vagó el pueblo
de Israel por el desierto tras ser liberado de la tiranía egipcia; 40 años
cumplió Mahoma cuando el arcángel Gabriel le notificó que sería el mensajero de
Alá; 40 son los ladrones que vivían en una cueva y que fueron descubiertos por
Alí Babá; son 40 días o cuaresma los que el catolicismo pone como tiempo de preparación
para la Semana Santa; 40 es el nombre del juego con barajas sin el que es
imposible pensar la ciudad de Quito; 40 es el título de la canción compuesta
por la banda irlandesa U2 y parte de uno de sus mejores discos, War (1983); 40 días componen la cuarentena o temporada de aislamiento
sugerida para que una persona que contrajo algún virus evite contagiar a otras
personas… y este sábado 25 de abril de 2020 se cumplen cuarenta días del
encierro decretado en más de medio mundo para detener la expansión del
coronavirus o covid-19.
Sin duda alguna, la
gran mayoría de nosotros -sea que tengamos diez, veinte, treinta, cuarenta,
cincuenta o más años- nunca estuvimos encerrados tanto tiempo en casa. Ahora, quizás
solo salimos muy esporádicamente y sin mayor fin que aprovisionarse de la
comida necesaria para seguir resistiendo la clausura de la cotidianidad que habíamos
conocido antes del 17 de mayo. Son 40 días y la mayoría recordamos con
nostalgia muchas de las cosas que solíamos hacer. Cómo no recordar los
encuentros cerveceros con la Mabel o con el Guillo; o las reuniones militantes,
con vino de por medio, con los camaradas con la sola idea de provocar un giro
total a la vida de todos.
Cómo no añorar los
choclos con habas y queso, las hamburguesas, el chaulafán de carne o el
churrasco preparado afuera y compartido en masa… ir al cine, caminar de la mano
de Alex y sin mascarilla, salir de viaje, sentir las hormiguitas en el estómago
antes de un vuelo que nos llevará a otra ciudad o país, encontrar la belleza
física que pasa a mi lado y mirarla hasta que se pierda de vista, experimentar
la alegría de encontrarse con algo que uno busca hace tiempo, verse tocado por
el viento que sopla suavemente, leer un libro al sol… son cuarenta días y todo
parece ya lejano, mientras los noticieros, periódicos y redes sociales nos
llenan de miedo disfrazado de precaución, de ese feo temor a quedarse sin
trabajo mientras unos pocos juegan con las cifras y crean leyes depredadoras
que salven sus muebles a costa del hambre y la miseria de las mayorías…
Dicen los numerólogos
que el cuarenta significa inicio de una nueva planificación, cambio de metas y
toma de decisiones. Es momento de giros, de transformaciones, de nuevos objetivos
y de pensar en lo que se viene. Hay que decidir cómo vamos a asumir la vida en
las próximas semanas –todo apunta a que se prolongará algunos días más el
aislamiento, como acertadamente pide el alcalde Jorge Yunda- y cómo los
próximos meses.
Por esto, considero
oportuno que en el día simbólicamente 40 acudamos a pensar en red, a trabajar
en equipo y a soltar las amarras dando rienda suelta a la creatividad que nos
permita planificar ese futuro y tomar mejores decisiones. En esa línea de
repensar rompiendo los caminos habituales, por ejemplo, con un grupo de amigos
aficionados a escribir pusimos en práctica, en días pasados, un juego
denominado ‘Cadáver exquisito’, proveniente de los arsenales literarios
surrealistas. Su nombre se origina de la combinación de palabras que dieron los
escritos colectivos de Robert Desnos, André Bretón y Tristán Tzara en los
albores del siglo 20: “El cadáver exquisito tomará el vino nuevo” (Le cadavre -
exquis - boira - le vin – nouveau –en francés).
La idea es poner en
escena textos que incluyan el azar en el proceso de creación: una persona
escribe un par de ideas y oculta la primera, dejando visible solo esta segunda
idea a otra persona, quien a partir de la cual escribe sus dos líneas y procede
con el ocultamiento de la primera línea para mostrarla a otra persona, y así
hasta completar el círculo de involucrados.
He aquí el resultado:
La
huella del silencio
Ser
un romántico bohemio y el sendero conquistar, ir más allá del horizonte; coleccionando
preguntas y dudas, romántico viajero azul y verde, con su mochila al hombro se
abre al futuro.
Avanzó
con resolución y bondad, en el filo de los tiempos decidió que el futuro es
posible y decidió vivir. Abre el futuro, la fuerza le acompaña y se traduce en
fantásticos viajes hacia un infinito aún impronunciable, hacia una dimensión
distinta y tal vez aún ajena, a la que aspiran las almas que aprendieron a
volar… porque para volar hay que aprender a soltar las cadenas del deseo que no
son más que la parte luminosa del temor, que nos puede llevar por el camino de
la culpa y la vergüenza.
Sin
embargo, valía la pena intentarlo y en el fondo ella lo sabía. Aunque había
perdido el conversor de atmósfera, quienes vendrían después sabrían que tuvo la
intención de reivindicar su memoria. Esto lo pensé luego de vivir mucho y
adquirir variadas experiencias.
Comprendo
bien que se adquieran inspiraciones, luces, enseñanzas en el ejemplo de los
fuertes y si se piensa en conjunto, tratar de dar vigor a los débiles, hacer lo
que consideramos está bien, tanto para nuestros seres queridos como la silueta
de un nuevo mañana que tempranamente nos cosquillea el alma y nos despierta en
el fulgor del alba, para contemplar un nuevo amanecer, uno completamente
inédito y a todas luces nuestro, susceptible de ser moldeado solo por el amor y
la solidaridad globalizada para reconocernos más allá de lo material
encontrando lo espiritual en cada uno.
Espíritu que
busca avanzar sobre sí misma siempre, como siempre buscará unirse al destino
anhelado de su propia transformación para poder expresar lo que siempre ha sido,
a través de todos los tiempos, aunque sabía que su destino estuvo dictaminado
por las estrellas.
Marcelo, Pancho,
Víctor, Darwin, Amparito, Willy, Roberto y Carlos construyeron este texto con
frases enviadas por chat, que se fueron encadenando unas a otras como si fueran
los legos literarios de un relato que esperaba el momento de revelarse… y lo
hizo.
También hay otras
experiencias de iniciativas que se van formando en la lejanía espacial pero en
la cercanía que permite la tecnología, como la narrada en la Crónica de Corona
17 (días 27 a 29 de aislamiento – Enlace: https://bit.ly/3eT4TX9), y que días después tomó
forma con una canción armada desde varias ciudades y con la letra de Fernando
Ramírez. Aquí les dejo el enlace a Resistimos desde Casa: https://www.facebook.com/resistimoscasa/videos/644624939722643/
Los
integrantes de la iniciativa Resistimos desde Casa, entonando el tema Quédate
en casa. Foto: Captura video en
Facebook.
La Casa de la Cultura
Ecuatoriana (CCE) también ha tomado la posta generando mensajes y relatos que
animan a las personas a cambiar su mirada sobre el mundo, a romper con sus
viejos esquemas, a pensar en un mundo más solidario y menos egoísta, incluso
con la naturaleza. En este contexto, a propósito de la celebración del Día de
la Tierra, el pasado 22 de abril, puso a circular un video con un texto esperanzador
y potente escrito por la poetisa Patricia Noriega.
Tierra, perdón
por castrar tu cielo, por romper los ríos y la lluvia. Tierra, mi cactus llora
porque presiente la muerte… Tierra, limpia mi aire enrarecido, contaminado por
la frialdad humana. Corazón de la tierra sana pronto tus roturas.
Fragmento del texto de Patricia
Noriega
Fotograma del video de la Casa de la Cultura Ecuatoriana con el poema de Patricia Noriega.
Aquí
el enlace al video en Facebook:
Miro en retrospectiva
y soy testigo de cómo en este pequeño relato confluyeron más de de cuarenta
personas (otra vez ese número), todas con historias y presentes distintos, pero
juntadas en la actual coyuntura con la sola intención de patear el tablero de
la rutina coronaviresca y desafiar al ser humano a tener un mejor mañana, a
tener la osadía de pensar que lo que vendrá después evitará los mismos errores
que nos han traído hasta aquí como humanidad, sin guerras, sin hambre, sin pobreza,
sin odio, sin rencor… la palabra de este día cuarenta es cooperación.
Comentarios
Publicar un comentario