CRÓNICAS DE CORONA / Días 41 a 44 de aislamiento: La letra a distancia (no) entra…
Foto:
Carlos
Villacís Nolivos
Son las siete y veinticinco
minutos del miércoles 29 de abril de 2020 y Carla corre de su habitación a la sala
para ubicarse cómodamente en el primer asiento de la mesa del comedor, poner
sus cuadernos y libros a un lado, prender la computadora, verificar que esté
conectada y con batería cargada, entrar al chat de Whatasapp, copiar el enlace
con el que accede al programa Zoom y abrirlo. No ha llegado tarde a la clase
virtual de Matemática y se encuentra en sala de espera, aguardando que la
profesora le autorice el ingreso al aula virtual, donde se reunirá con sus
otras 27 compañeras, todas ocultas tras una silueta que impide ver sus rostros.
Tal vez en esto tenga
algo que ver la hora muy temprana en tiempos de cuarentena, donde las fronteras
entre la madrugada, la mañana o la trasnochada se han ido borrando
progresivamente. Esto motiva a que las compañeras de Carlita y ella misma,
cuyas edades oscilan entre los 14 y los 15 años, oculten sus rostros adolescentes,
pues lo más seguro es que están despeinadas, en pijama y comiendo algo mientras
tienen apagado el micrófono y el video. Solo hacen escuchar su voz cuando
la profesora les pide que hablen.
Son las 7:35 y Carla
no logra entrar a la clase a la que no llegó atrasada. La profesora dice en el
chat que entre, pero en la pantalla aparece el mensaje de que espere que el anfitrión
autorice su ingreso. Pasan diez minutos más que luego serán quince y al final,
Carla se perdió la clase de Matemáticas, una de sus preferidas, porque en ella
se siente como pez en el agua. El rostro de frustración que pone con la frente
ceñida lo dice todo. Su preocupación contagia a su padre que con pantuflas se
dirige a su improvisada oficina ubicada en la habitación sur del departamento.
Al final, para su
otra clase del día, la de Inglés, ya no tuvo ese problema e ingresó sin problemas.
Luego vinieron Ciencias Naturales, Educación Física y Lengua y Literatura. Los
días lunes recibe Lengua y Literatura, Inglés, Sociales, Matemática y Ciencias
Naturales. En cambio, los días viernes son para Educación Cultural y Artística
(ECA), Sociales, Lengua y Literatura, Inglés y Matemática. Los martes y jueves no tiene ninguna
actividad. Este es el horario de clases virtuales vigente desde el 20 de abril,
lo que quiere decir que al colegio de Carlita le tomó 35 días regularizar la nueva dinámica de trabajo, establecer metodologías mínimas y poner a punto a docentes
y alumnas para el uso de las plataformas de videoconferencia. Antes de esa
fecha, a partir de la semana del 23 al 27 de marzo comenzaron a enlazarse a
ciertas clases de algunas de las materias que recibían habitualmente y en
horarios no regulares, pero siempre en la mañana. Los códigos de enlace se
socializaban por medio de los grupos de whatsapp. Una vez que el Ministerio de
Educación decidió que terminarán el año lectivo en casa y no volverán al
colegio sino ya en el siguiente año, se impulsó este horario regular al que estudiantes,
padres y docentes se acostumbran, entre las 7:40 a 11:40. El tiempo destinado a
cada materia es de cuarenta minutos.
Sin embargo, más allá
de los problemas logísticos como los que experimentó al no ingresar a la clase
de Matemática, Carla no está muy conforme con la manera de recibir clases. “Se
recibe menos tiempo del que necesitamos porque se pierde mucho al inicio entre
la pasada de lista para ver quienes estamos conectadas y los regaños de la
profesora. Además, siento que ahora hago tres veces más tareas que antes”,
señala Carlita, evaluando su tiempo de teleducación. Además, mientras los
padres y hermanos hacemos todo el esfuerzo para evitar generar ruido, las
jóvenes se distraen con una facilidad asombrosa. “Es más fácil distraerse en casa. Por ejemplo, cuando estoy metida en un tema, de golpe se escucha desde afuera 'El gaaaaaaaaaaas' y ya me perdí”, concluye Carlita, quien
es una de los 1.878.553
estudiantes y 100.027 docentes del ciclo Sierra y Oriente que deberán concluir
el año lectivo mediante la modalidad de aprendizaje en línea.
Definitivamente, este es un ejemplo de
cómo las dinámicas académicas se encuentran revolucionadas en este confinamiento.
Así, mientras mi hija Fer se matriculó en línea para el cuarto semestre del tronco
común de materias en una universidad pública, mi hijo Nicolás rindió el pasado
sábado 25 de abril un examen de ingreso virtual a una universidad privada, considerando
que en tiempos normales le hubiera tocado presentarse en vivo y en directo al alma mater. Parece que todo el
sistema educativo se ha reducido a la pantalla de una computadora.
Para los estudiantes de cuarto nivel
este cambio también los ha sorprendido. Por ejemplo, Carolina Paredes se conecta
de lunes a jueves, entre las cinco de la tarde y las ocho de la noche para
recibir sus clases del tercer módulo de la Maestría de Investigación de
Comunicación y Opinión Pública en la Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso). Esta dinámica se aplica desde el mismo 17 de marzo, el
primer día del aislamiento total, y para hacerlo utilizan la plataforma blackboard de la universidad. Las materias
que recibe son Instrumento de Análisis Cualitativo, Comunicación y Opinión
Pública y Taller de Tesis. “La plataforma que se usa es buena y permite grabar
las clases, aunque presenta a veces problemas para quienes se conectan desde
fuera de Quito y del país”, señala. Junto a Carolina estudian 17 maestrantes, algunos
de los cuales provienen de ciudades como Cuenca, Esmeraldas y Guayaquil, o de
países como Bolivia, Colombia y Venezuela.
“Por ahora hay que adaptarse, pero nada
reemplaza a una clase presencial e interpersonal. Además, haya materias y
actividades que se basan en un mayor contacto con la gente, pero esto hace que
ahora se limiten al entorno familiar”, señala Carolina. Una de estas actividades
tiene relación con su papel como becaria, al ser parte del equipo de administra
la radio digital de la universidad. La cuarentena la sorprendió cuando estaba a
punto de estrenar un programa radiofónico que consistía en salir a la calle y
abordar un tema con ciudadanos que circulan por la misma. Ahora todo quedó en
pausa y con la expectativa de retomar más temprano que tarde su proyecto.
Carolina terminará este módulo en un par de
semanas, entre el 15 y el 16 de mayo, pero aún no sabe si el siguiente escalón
en su carrera, que inicia el 26 del mismo mes, lo hará o no de forma virtual. “Ojalá
sea presencial”, concluye la joven nacida en Santo Domingo de los Colorados, pero que desde hace 22 años vive en Quito.
A esta nueva cotidianidad académica
fuertemente canalizada por la tecnología y el distanciamiento social como
norma, se unen los famosos chats de los padres de los educandos, en los cuales
mientras las y los estudiantes se esfuerzan por tele-aprender, los padres se
dedican a tele-pelear. Pero esta es otra historia, una que da para una crónica aparte.
Hasta tanto, mientras todos aprendemos a
descubrir cómo conducir los procesos de enseñanza y aprendizaje, surgen aún
muchas preguntas y sin respuestas aún. Una de ellas: ¿Será este el fin de la educación
bancaria que proponía el pedagogo brasileño Paulo Freire o será el inicio de
una nueva dinámica de la educación, donde la criticada banca será cambiada por
la mesa del comedor, el sofá de la cama o incluso la cama del dormitorio?
La palabra de este día es enseñanza.
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